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jueves, 10 de septiembre de 2009

Carmen Cristina Wolf y su obra Escribe un poema para mí


Por Helena Sassone

Desde su primer libro Fragmentos de Isla, publicado en 1988, la obra poética de Carmen Cristina Wolf ha ido transformándose sin perder su esencia, su carácter antinómico. De una parte el individualismo raigal que alienta en su decir; de otra, la resonancia del otro en su poesía dialogada. Estas características son predominantes, diría que definitivas y están acertadamente señaladas en el prólogo de la obra, escrito por Eduardo Casanova Sucre.
La lectura de Escribe un poema para mí, ya desde su título, puede causar asombro y emoción. Encierra una posición solipsista, a la vez que le plantea al poeta la necesidad de convertirse en demiurgo. La autora le ordena al poeta: “Escribe un hombre para mí / escribe un niño para mí / escríbeme un país”. Por una parte vemos que el poeta, el creador artístico en general, piensa que “el mundo no sería sino lo que está dado en la conciencia de su propio yo”; por otra, la forma de la poesía que es la creación, transformaría ese mundo,. Fray Luis de León ve la forma como “principio y causa de lo creado”.
La poesía como concepto es una idealización del ser. Podemos asumir la poesía como inmaterialidad y la palabra como cuerpo de la poesía. En la segunda parte del libro titulada “Somos la vida que comienza siempre”, leemos: “Tú, dueño de la fuente que custodia los versos nunca escritos: / te nombro capitán de mi nave. / Señala nuevas rutas para mí.”
Acaso estos lexemas: “versos nunca escritos”, encierren esa inmaterialidad a que hacemos referencia. La autora experimenta la poesía como valor de la conciencia, el mundo sentido, captado, sin haber sido expresado aún. La poesía nacerá cuando este mundo se nombre, cuando el capitán de esa nave señale las nuevas rutas, encuentre las palabras transformadoras.
La tercera parte titulada “Las huellas del éxtasis” ratifica la dicotomía idealista, implícita en la definición de poesía. Como inmaterialidad que ha de vestirse con palabras. Al escribir “la felicidad estaba allí / era un aroma mínimo / en el corazón de las cosas”, Carmen Cristina Wolf no hace sino reafirmarse en esa inmaterialidad, es decir, carencia de objetivo físico. Las cosas son pasivas, es el poeta quien debe despertar su docilidad. En otro poema nos revela: “Todo cuanto miré se convirtió en memoria”, entendida como sustrato psicológico cultural con el cual captar el mundo, asumirlo y proyectarlo: “Subí a lo alto de las catedrales / visité templos centenarios”, afirma; todo se ha convertido en reminiscencia ¿habrá algo más inmaterial? Sí, la poesía, cuya perenne esencia es la nostalgia del recordar.
así a la parte cuarta del poemario, que lleva por título nada menos que “Casa ardiente de palabras”. Del éxtasis, lo inmaterial pasa a la concreción, que no puede existir sin palabras. “Mi hogar es el poema / casa ardiente de palabras / aún sin pronunciar.” Es este un terceto revelador, ya que en él, aun sin proponérselo, Wolf esboza una tesis sobre poesía, que asume como algo propio, encerrado o. más bien, sólo abierto para los invitados, los que están en el secreto de palabras no dichas. La autora quiere sustentar así lo inmaterial de la poesía, su preexistencia a las palabras y la necesidad de ellas para manifestarse, aunque últimamente los poetas hayamos abusado a veces de las palabras: “Hoy construimos ciudades de palabras”, expresa Carmen Cristina Wolf. Mas no debemos olvidar que la poesía es un arte, precisamente el del verbo que nos reúne en su armonía y, como lo desea Wolf,
“Amándose, con la voluptuosidad de la sintaxis
Se abrazarán sonidos y sentidos.
Somos cuerpo y sangre en palabras.”
Veríamos en este final la transmutación de la dicotomía idealista. Es necesario acabar con la oposición forma/contenido. En arte una es del otro. En la obra Escribe un poema para mí, existe además una reflexión sobre el hecho poético, que siempre será canto con conocimiento. ¡Escribe, escribe!, urge Wolf. Son las palabras de la poesía, una mezcla de magia, intuición y lenguaje.

* Helena Sassone es poeta, novelista y dramaturga. Nacida en Madrid, reside en Caracas. Sus poemas han sido traducidos al francés y figuran en exigentes Antologías nacionales e internacionales.