sábado, 13 de febrero de 2010
ANA MARÍA EIRAS: DESCUBRIR NUESTRA MISIÓN
Por Carmen Cristina Wolf
Cuando alguien es conducido por un gran propósito con fuerza y determinación, el pensamiento rompe los límites y la mente trasciende sus barreras, en su afán de transitar el camino trazado. Así ocurre con Ana María Eiras, quien no sólo con su voz poética, sino tomando esta vez las riendas de la narrativa, entra en mundos paralelos y sorprendentes. Ana María Eiras es una luchadora de las causas sociales, fundadora y Presidenta de la ONG Solidaridad Internacional Valle de Caracas, dispuesta a tender su mano solidaria por los necesitados e indefensos. Es Miembro del Consejo Consultivo del Círculo de Escritores de Venezuela y de la Sociedad Argentina de Escritores.
Goethe escribió: “El hombre no nació para resolver los problemas del universo, sino para descubrir lo que ha venido a hacer en él”. Y uno de los descubrimientos trascendentales de Ana María Eiras, ha sido dedicarse a su vocación de escritora. Nacida en Azul, provincia de Buenos Aires, vivió luego en La Plata y durante largo tiempo se ha residenciado en Venezuela. Es autora de tres libros de Poesía: Cartas Azules, Comarca interior y Un vuelo sólo para gaviotas. Sus poemas han sido seleccionados para integrar la Antología Poética del Círculo de Escritores de Venezuela.
Publica en el año 2004 Amor con sabor se paga, cuya presentación se realizó en la Feria Internacional del Libro de la Ciudad de Buenos Aires. En el 2005 publica Adelgazar con estilo, La cocina de la autoestima.
Su nuevo libro Los secretos de Aurora publicado por la Editorial Vinciguerra, Colección Breviarios, Buenos Aires 2009 es una novela de personajes, narrado por una observadora invisible, que esboza con certeras pinceladas los principales rasgos del personaje principal y los secundarios, los ambientes, vestuarios y atmósferas. Aurora no es mujer común, ella ama la novedad, los viajes, los ambientes elegantes y sofisticados tanto como los lugares más humildes y sencillos. Ella escribe con notable encanto, en un diario, las características de los seres que van apareciendo en su vida. Aurora ha nacido en una situación privilegiada, es inteligente y bella, con un sin fin de posibilidades para realizar sus anhelos.
La novelista escribe también poesía. Un libro abre sus páginas en mi sillón de lectura, con su portada azul como el color de los ojos de su autora, una mujer de alta sensibilidad y fuerza expresiva. Se trata de Un vuelo sólo para gaviotas, título sugerente, veintitrés poemas que se suman a dos libros anteriores, Comarca interior y Cartas Azules. Con las palabras justas, sin adjetivaciones desmedidas, Ana María desencubre el esplendor y las sombras que se presentan a diario en el vivir, en la sociedad y en el cosmos. Sin pretender hacer una poesía reflexiva, invita a pensar en la superposición de los tiempos, que al fin y al cabo establece nexos y sincronicidades porque no existe el tiempo, sólo nuestra percepción de los acontecimientos lo crean. Escribe: Cada tiempo otro tiempo/El misterio de vivir y morir/A cada etapa/siendo otros en nosotros mismos./Siempre en búsqueda de algo/que nos mantenga distraídos.
Hasta dejarnos al final/desguarnecidos,/solos,/aferrados al misterio (…)
Ana María Eiras indaga a través en la garra dolorosa de la impermanencia y se interroga. Al no encontrar respuesta, se emplea en la búsqueda de lo desconocido. Y lee, viaja, juega, crea y destruye, corre y se detiene hasta los últimos atisbos de luz de luna. ¿Para quedar al final “desguarnecidos”? Eiras queda despojada en el sentido de carente de adornos, de todo lo superfluo. Mas no sin fortaleza, pues ella se aferra a la flor de aire, la palabra, y se refugia en lo que es en verdad real, el poema. Viaja incansablemente y escribe: Cazadora de rostros / me busqué / casi alocadamente.
Me siento obligada ante el futuro lector, no sin hacer un sacrificio, a callar los encuentros, desencuentros y aventuras de la protagonista, sólo puedo decir que la estructura de la novela mantiene nos mantiene en vilo, con su impecable planteamiento, desarrollo y un desenlace conmovedor. Confieso que Aurora me ha atrapado por sus excentricidades y por su generosidad. Estoy segura de que Eiras no escribió Los secretos de Aurora para dar lecciones a nadie. Ella crea al personaje y él va tomando independencia yéndose por sus fueros y obligando a la escritora a seguirlo. Sin querer, la novela nos mueve el piso de nuestra propia existencia, nos hace cuestionarnos acerca de nustra misión en el mundo y sobre el daño que recibimos cuando hacemos depender en demasía nuestra realización y estabilidad emocional en el amor de los demás.
“Como en un mundo lleno de misterios y fantasías”, cito una frase de Ana María refiriéndose a Aurora, así vive esta mujer singular que ha terminado tomando un lugar no sólo en mi biblioteca sino en mi corazón. Ella es un personaje verosímil, creíble, y se parece a mí en algo: le gusta mucho su cama. Allí se siente una reina desde que era muy joven. Coincido en pleno con ella, porque la cama fue creada para uno de los mayores placeres que existen: leer, ver documentales de ciudades, museos, óperas y ballets. Películas de mis actores favoritos. También dormir. Y, tendré que decirlo, bajo pena de quedar como una hipócrita redomada, para los juegos de los amantes.
Eiras ha escrito una novela psicológica, el tono descriptivo y narrativo es manejado con maestría y una vez comenzada no puede dejarse. Porque Aurora es entrañable, sensible, adorable, con todos sus defectos y frivolidades. La escritora hace un relato de sus andanzas, gustos y alegrías. Con economía de lenguaje y certeros trazos nos pone frente a los valores, costumbres y cultura de la protagonista y de su época.
Lidia Vinciguerra escribe en la contraportada del libro:
“Ana María recrea obsesiones, máscaras, tatuajes que el hombre ha utilizado desde los comienzos de la civilización, para despojarse de las carencias existenciales… para desarrollar el personaje de Aurora, nuestra escritora ha tenido que trabajar en este gran tema social al que el universo del hombre queda amarrado con visible intensidad.” El manto de la soledad, que se va tejiendo como sombra ineludible en el paso de los años y tanto tiene que ver con el amor y el desamor.
Quiero detenerme en un punto que no es precisamente reprochar a Aurora por su paulatina pérdida de sentido de la vida. Nos hace reflexionar esta mujer en las veces en que hemos sido indiferentes, egoístas, ante esas personas de quienes recibimos atenciones y delicadezas, pero vivimos en nuestro pequeño mundo y no nos damos cuenta cuando ellas necesitan de una palabra amable, una llamada telefónica, una visita. Cuántas personas son especiales con nosotros y no nos damos cuenta si están abatidos, si se sienten tristes. El poemario Un vuelo sólo para gaviotas de Ana María Eiras abre sus páginas con un epígrafe de Salvatore Cuasimodo: “Cada uno está solo en el corazón de la tierra, traspasado por un rayo de sol y en seguida atardece”
En cuanto a la vocación del que trabaja con las palabras, leamos lo que dice al respecto la novelista venezolana Ana Teresa Torres: “Quien escribe es alguien que toma en serio el lenguaje. Es alguien que cree en las palabras y siente un sagrado respeto por lo que las palabras signifiquen”. Así, siento que Ana María es una mujer que se toma en serio la escritura. Concluyo con un poema de Ana María, que bien podía haber sido escrito por Aurora:
Cada tiempo otro tiempo.
El misterio de vivir y de morir
a cada etapa
siendo otros en nosotros mismos.
Siempre en búsqueda de algo
que nos mantenga distraídos.
Hasta dejarnos al final
desguarnecidos,
solos,
aferrados al misterio
del último suspiro
(Un vuelo sólo para gaviotas, p. 21)
Carmen Cristina Wolf
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