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sábado, 13 de marzo de 2010

POEMAS DE HEBERTO PADILLA, UN POETA QUE DIJO LA VERDAD


En homenaje a los presos y perseguidos políticos de los regímenes totalitarios actuales, he elegido unos poemas del escritor y periodista cubano Heberto Padilla, quien fue víctima de persecución y encarcelamiento junto con su esposa y tuvo que emigrar a los Estados Unidos. Ambos fueron acusados por el Departamento de Seguridad del Estado de “actividades subversivas” contra el gobierno. Su encarcelamiento provocó una reacción en todo el mundo, con las consiguientes protestas de conocidísimos intelectuales entre los que figuraban Simone de Beauvoir, Margarite Duras, Carlos Fuentes, Juan Goytisolo, Alberto Moravia, Octavio Paz, Juan Rulfo, Jean-Paul Sartre, Susan Sontag, Mario Vargas Llosa y muchos otros. Después de 38 días de reclusión en Villa Marista, Padilla leyó en la Unión de Escritores su famosa Autocrítica. Su esposa logró salir con su hijo pequeño hacia Estados Unidos en 1979, y al año siguiente, gracias a la presión internacional, permitió a Padilla viajar también a ese país. Llegó a Nueva York, vía Montreal, el 16 de marzo de 1980. Como testimonian su esposa y el escritor Guillermo Cabrera Infante esta experiencia y el exilio cambiaron a Padilla, que enfermó espiritualmente y nunca pudo reponerse del todo.

FUERA DEL JUEGO

A Yannis Ritzos, en una cárcel de Grecia


¡Al poeta, despídanlo!
Ese no tiene aquí nada que hacer.
No entra en el juego.
No se entusiasma.
No pone en claro su mensaje.
No repara siquiera en los milagros.
Se pasa el día entero cavilando.
Encuentra siempre algo que objetar.

¡A ese tipo, despídanlo!
Echen a un lado al aguafiestas,
a ese malhumorado
del verano,
con gafas negras
bajo el sol que nace.
Siempre
le sedujeron las andanzas
y las bellas catástrofes
del tiempo sin Historia.
Es
incluso
anticuado.
Sólo le gusta el viejo Armstrong.

Tararea, a lo sumo,
una canción de Pete Seeger.
Canta,
entre dientes,
La Guantanamera.
Pero no hay
quien lo haga abrir la boca,
pero no hay
quien lo haga sonreír
cada vez que comienza el espectáculo
y brincan
los payasos por la escena;
cuando las cacatúas
confunden el amor con el terror
y está crujiendo el escenario
y truenan los metales
y los cueros
y todo el mundo salta,
se inclina,
retrocede,
sonríe,
abre la boca
"pues sí,
claro que sí,
por supuesto que sí..."
y bailan todos bien,
bailan bonito,
como les piden que sea el baile.
¡A ese tipo, despídanlo!
Ese no tiene aquí nada que hacer.

De "Fuera del juego" 1968

ESCRITO EN AMÉRICA

Ámalo, por favor, que es el herido
que redactaba tus proclamas,
el que esperas que llegue a cada huelga;
el que ahora mismo tal vez estén sacando de una casa a bofetadas,
el que andan siempre buscando en todas partes
como a un canalla

Heberto Padilla estudió periodismo en la Universidad de la Habana y humanidades y lenguas en el extranjero. Hablaba francés, inglés, alemán, ruso, italiano y griego. Fue corresponsal de Prensa Latina en Nueva York (1959) y la Unión Soviética (1962-1964), así como comentarista radial en Miami, ciudad en la que se desempeñó también como profe­sor de inglés (1956-1959). En 1959 se va Nueva York para trabajar como profesor y traductor de las Escuelas Berlitz, pero el mismo año regresó a Cuba para formar parte del periódico Revolución. Colaboró en la revista Unión, fue director de Cubartimpex, organismo encargado de seleccionar libros extranjeros (1964), representó al ministerio de Comercio Exterior en los países socialistas y escandinavos y regresó a Cuba en 1966, ya con una visión crítica del régimen que imperaba en su país.

Ese mismo año se convirtió en centro de una polémica cultural en las páginas de Juventud Rebelde, a pesar de lo cual obtuvo el Premio Nacional de Poesía por Fuera del juego, lo que motivó las protestas de la Unión de Escritores ya que el libro era considerado contrarrevolucionario. En 1967 comienza a trabajar en la Universidad de La Habana hasta que el 20 de marzo de 1971 es detenido a raíz del recital de poesía dado en la Unión de Escritores, donde leyó Provocaciones. Padilla fue arrestado junto con la poetisa Belkis Cuza Malé, su esposa desde 1967.

Carmen Cristina Wolf