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jueves, 19 de noviembre de 2009

Las complejidades del amor y de lo femenino en las narraciones de Ana María Velásquez



TALLER CRITICO
Por: R.J.LOVERA DE-SOLA.
Creí que me besarías antes de partir.(Caracas: Areté Editora, 2009. 68 p.) es el segundo libro de narraciones cortas de la caraqueña Ana María Velázquez.

Creemos que se trata de un libro precioso, uno más de esos que conciben nuestras mujeres, esas que escriben, como se dice en algún pasaje de esta obra, con la piel, quienes meditan con el cuerpo, desde la epidermis.

Limpia y bella escritura, que muchas veces roza lo poético, es la que encontramos en este libro; segura y firme, clara en lo que desea contar y como lo va a hacer. Para hacerlo vacías sus invenciones de diversas formas: en el relato o las formas de la literatura autobiográfica como puede ser el diario.

Leyéndolo nos damos cuenta que es la palabra lo único que tiene el escritor, como en el cuento que da título al conjunto(p.11), “hasta que medité con todo mi cuerpo, desde la punta de los pies hasta la cabeza. Entonces escribí más que nunca. Escribí un libro entero con todo aquel dolor, toda aquella ausencia de ti que me ahogaba, que me dejaba muy cansada en las noches de tanto llorar”(p.12). Incluso está línea: “Vengo a este refugio de luces y de voces a descansar de las emociones”(p.57):¿no es eso escribir?

La esencia de estos textos quizá se expliquen cuando leemos que quien los concibe lo hace desde “mi alma ligera y cambiante”(p.27), se lee en “Macanao”, que es sin duda la joya del conjunto de breves ficciones que comentamos.
Tan existencial es en el merodeo de lo humano que en “Vitrales en concierto” se lee “Todo se complica cuando se asume la verdad de las cosas”(p.55). Esto nos explica las complejidades hasta donde llega la autora en sus exploraciones de lo humano. Y lo hace escribiendo, “La pluma, me ha dicho, es su alma que quiere volar”(p.9).

Antes de llegar a la esencia de este libro nos gustaría indicar que varios suceden en Caracas. Así la autora nos muestra las dos caras de nuestra urbe: la plácida que está en “Hembras de la tierra sagrada”, la urbe con su “Inmensa, quieta, misteriosa montaña”(p.13). O la terrible, la de la Caracas que no queremos, la podemos ver en el cuento “Desde Quinta Crespo hasta el final de la Baralt”, es metrópolis “fisgona, escupitona,, vomitona…desaseada, balurda y balandra”(p.46).

El amor, especialmente las siempre complejas relaciones entre hombres y mujeres, es asunto central en este volumen. Sobre todo en el cuento “Macanao” en donde una mujer evoca su amor por aquel amado hombre tragado por la resaca de las olas.
En la narración “La casa de la locura” se hace presenta la paradoja entre compartir la vida con un hombre, la cama y la mesa como se lee allí, o “quedarte sola e intentar convencer a los demás de que puedes vivir sin hombre, dueña de tu destino”(p.43).

Y se lee: “El amor excesivo y desmesurado deja de ser amor muy pronto para convertirse en castigo”(p.44), lo que nos lleva, además de la meditación que impone, como vasos comunicantes hacia las tres vidas reales, de tres mujeres de excepción que evoca también en el laberinto de su imaginar. En verdad la vida debe ser un equilibrio, lo desequilibrado enferma. Con quien se ama siempre hay que tener paciencia, y también constancia. Sea la mujer amada o los hijos, hay que dejar que el tiempo pase, Cronos es siempre sabio, darles a nuestros amados(y amadas) tiempo y espacio, saber esperar, ver desarrollarse la siempre sabia vida. Porque de la exageración amorosa solo hallamos lo que aquí leemos, “Aprendí a tragarme las lágrimas y así me fui inundando de llanto contenido”(p.45). El llanto no llorado enferma.

Hemos señalado que en este tomo de Ana María Velázquez las mujeres, y la mirada femenina, es sustancial. Por ello en un palique entre nos féminas, en el primer cuento, hallamos: “Le he prestado mi oído y me ha contado su dolor”(p.9). Y al escucharlas la mujer personaje, siempre distinta a la dama autora, piensa: “Hay otras historias, otras mujeres, pero yo me pregunto si en el fondo esta historia no es la misma de todas, aferradas siempre a una idea(la pluma) pero deseando mantenernos muy pegadas a la tierra(lo material) para no tropezar y caer. No sé, no quiero creer que ése sea un esquema común, pero algo dentro de mi me dice que es así”(p.10). Ese mundo de mujeres es muy bien rememorado en “La casa de la locura”.
Esenciales en las reflexiones que nos ofrece la autora son lo que denominamos las miradas biográficas que aquí hallamos. Observaciones a tres mujeres reales de nuestros días, vista aquí con los ojos de imaginación. Son las tres mujeres peculiares, en su vivir, y en el hecho de tener parejas, mirarlas, como se hace aquí, es una manera de penetrar en el ser femenino. Y en el masculino, porque siempre hemos pensado que todo lo que plantean las mujeres tiene que ver con los hombres, ellas han enriquecido la virilidad, el ser masculino de nuestro tiempo.
Estos seres complejísimos son la poeta norteamericana Silvia Plath(1932-1963), la pintora mexicana Frida Kahlo(1907-1954) y la escultora francesa Camille Claudel(1864-1943), cuya vida, cuyas creaciones, cuya tragedia vital está apenas comenzando a conocerse.

Que Ana María Velázquez mire a estas tres fundamentales mujeres de nuestro tiempo y las trate de interpretar como una mirada femenina, la cual utiliza la imaginación para comprenderlas, tiene pleno sentido.Hay que decir, antes de leer los relatos de Ana María Velázquez, de cada una de ellas fueron seres singulares, mucho.

Silvia Plath, uno de los grandes aedas del siglo XX, sobre todo por sus poemarios El Coloso(1960) y Ariel(1965) y por su novela autobiográfica La campa de cristal(1963), publicada originalmente bajo seudónimo, una de las grandes novelas de adolescencia del último medio siglo. Por cierto su primera traducción castellana apareció en Caracas, en la editorial Tiempo Nuevo(1973). Novela trágica como el vivir de su autora. Con el tiempo Silvia que no resistió las infidelidades de su esposo, el también notable poeta Ted Hughes(1930-1998) y se suicidó. También murió por voluntad propia la segunda esposa de aquel Asia Wevill(1927-1969), por quien dejó a Silvia. ¡Asia antes de matarse asesinó a la hija que tuvo con Ted¡. Personaje destructivo fue este escritor, incineró también, sin tener permiso para hacerlo las últimas entradas del diario de Silvia en donde estaban contados sus últimos angustiosos días, escritos en los cuales sin duda aparecía Hughes, el causante de aquella tragedia, más de una vez. Ni siquiera pensó que sus dos hijos con Silvia tenían derecho a leer aquellas hojas. Uno no puede dejarse de preguntar que tanto de diabólico y destructivo hubo en Ted. A él, lo que es un contrasentido, la poesía no lo condujo a la belleza, a la armonía y al bien. Grande paradoja porque la poesía es oración y creencia, casi una religión.

Hace poco esta gran creadora fue evocada en el film “Sylvia”(2003) de Christine Jeff, en donde la encarnó la magnífica Gwymeth Paltrow, con la cual se revivió su drama humano. También Woody Allen le rindió honor en una de sus más singulares películas(Interiores,1978) a través del persona Renata, la poeta, papel hecho por Diane Keaton.

Frida Kahlo siempre suscitará mil interrogantes, fuera de su importante obra plástica, por su honda, inestable y especial relación amorosa como el también pintor Diego Rivera(1886-1957). Los mexicanos Paúl Leduc y Salma Hayek le han dedicado muy personales visiones cinematográficas. Fundamental es la biografía que sobre ella escribió Hayden Herrera, la recopilación de sus cartas hecha por Raquel Tibol y el propio Diario de Frida(México: Debate, 2002. 226 p.). Se cierra, en su última anotación, con estas espléndidas palabras:”espero que la partida sea alegre”.
La tercera es Camille Claudel, una escultora mayor que aun comenzamos a descubrir, el ordenamiento de cuya obra todavía está en proceso. Fue un ser singular, trabajó en el taller de Auguste Rodin(1840-1917) por lo que algunas obras suyas han sido atribuidas a él(¿no será de Camille “Los amantes”?). Este la persiguió, la maltrató, con la idea, sin duda misógina, de que no podían haber dos Rodin, lo cual nos explica la grandeza de Camille. Con Rodin tuvo un amor perturbador, relación que la destruyó. Tan enamorada estuvo del autor de “El pensador” y “Las puertas del infierno” que no pudo separarse de él y sin siquiera comprender el amor más sano que le ofrecía el gran compositor Claude Debussy(1862-1918), que podría haber sido su salvación. Hemos podido comenzar a entender el drama vital de Camille Claudel a través de algunos libros, todavía incipientes, como el de Anne Delbee(1989). Más certera es la película de Bruno Nuytten sobre ella(1988) protagonizada por la gran Isabelle Adjani.

Estas son las criaturas que a través de las páginas de Creí que me besarías antes de partir podemos mirar, siempre desde ojos femeninos llenos de preguntas.
De Silvia Plath leemos: “se casó, mal casada, con el poeta Ted Hughes”(p.17), “vivía desgarrada”(p.17) entre el escribir y el vivir, sintiendo sin duda lo que leemos aquí: “a todas las que escogimos este camino de la escritura…la vida nos golpea con el puño cerrado”(p.17).

Frida y Diego “Al parecer se amaron con locura y, con esos amores tan arraigados en el inconsciente, también fueron muy infelices. Sin embargo, siguieron siempre juntos, ¿por qué? ¿Qué misterio los mantuvo unidos a pesar de tanto dolor, a pesar de que se separaron y vinieron cada uno por su parte otras historias amorosas con otras personas?”(p.38-39). Fueron dos personas, seres humanos de excepción a los cuales la regla con la que se mide a todo el mundo no puede serles aplicada, ellos eran distintos, “incapaces de proseguir en la vida un camino ordinario”(p.40). Con sus vidas abrieron nuevos senderos. Y no sólo en el arte porque también alumbraron el vivir.

Fueron, leemos en esta obra, “Paradoja infinita Frida Kahlo y Diego Rivera, historia de amor que hechiza”(p.42).
Esta narración-verdad, “En la biografía de Frida Kahlo” no presenta a una narradora profunda, consciente de los más hondos laberintos de la feminidad, en las profunda comprensión de lo humano a lo cual se no se puede acceder sino no se está claro de de sí mismo, porque en dentro de nosotros donde está todo, donde se suscitan las grandes interrogantes que aquí se plantean porque es desde ella, desde una persona que sabe lo difícil, sino imposible, que es sustraerse ante la historia de Frida y Diego, “porque todos hemos estado allí, en ese punto de incomprensión rotunda y, a la vez, de gran necesidad del otro que complementa, protege y atrae”(p.42).
Frida y Diego, es imposible no sentirlos cerca por las peculiaridades de su vivir, en sus búsquedas desesperadas de una manera de ser. Por ello las “casas gemelas” que ambos tenían en San Ángel, en Ciudad de México, ante cuyas puertas estuvimos un día del setenta y cinco, siempre nos ha parecido la gran explicación y la inmejorable metáfora de su vivir: juntos, uno frente al otro, pero a la vez autónomos. Si Frida no quería ver a Diego cuando él venía le bastaba dejar cerrada la puerta, él lo respetaba. Es el gran dilema de las parejas: amar a quien queremos, preservar nuestra autonomía y libertad. Tan parecida a lo que hace Woody Allan, otro gran vividor y sentidor del arte de la parejas. Woody vive solo, cerca, enfrente a veces, como lo hacía de Mia Farrow, y cada día según la bandera que ella viera en su ventana ella sabía si aquella jornada el estaba escribiendo y deseaba estar solo.
Tan singulares fueron Frida y Diego que con son unas de las tres grandes parejas de nuestro tiempo. Las otras dos fueron: Simone de Beauvoir(1908-1986) y Jean Paul Sartre(1905-1980) y Liliam Helmann(1905-1984) y Dashiel Hammet(1894-1961), por cierto los cuatro últimos nunca se casaron. Frida y Diego lo hicieron varias veces: se casaron, se divorciaron y se volvieron a casar con ellos mismos. Así. El amor es un asunto tan complejo como lo narra Sandor Marai(1900-1989) en su inigualable novela Divorcio en Buda(1935).

Sobre Camilla Claudel siempre existirá la pregunta de ¿por qué la encerraron en un manicomio?, ¿si era verdad que la madre la odiaba de la misma manera que su papá, su gran estímulo, la amaba?¿por qué tras mejorarse la dejaron allí consumiéndose, no escuchado su pedido de retornar a su vida y a su arte, que fue la razón de su existir?

En verdad, aquí leemos, “La relación con Rodin fue tan tormentosa que acabó destruyéndola…Perdió la belleza primero, luego al hijo que iban a tener, puesto que él la convenció de abortar y, finalmente, la razón”(p.67). ¿Estuvo demente o solo en medio de un gran delirio alcohólico?. El beber de algunas artistas es que “para calmar el ansia”(p.40) como se lee en otro pasaje de este libro, seguramente, emborrachan sus exquisitas sensibilidades para poder pasar los días, como lo hemos visto más de una vez.

Es posible con relación a Camille Claudel que el diagnóstico médico haya podido ser cierto pero, sin embargo, dejaba de lado la inmensa complejidad de aquella alma genial, lo que la hacía única, como en general lo son los grandes artistas y los más notables escritores, siempre egregios, siempre distintos, diversos a la normalidad de los demás, mayoría casi siempre mediocre que nunca se alzan más allá de lo diario. Por ello los mejores hombres y mujeres que existen en el mundo son los escritores y los artistas.

La de Camille, leemos aquí, es la historia de una “mujer enamorada pero profundamente perturbada por un mal amor, venenoso, cruel”(p.68)

Noviembre 11,2009



Roberto Lovera De Sola: Crítico literario venezolano con una amplia obra reconocida y publicada. Entre sus obras hay que mencionar más de 1000 artículos de crítica literaria o histórica, aparecidos a partir de 1964, cuando su autor tenía diez y ocho años, el primero de los cuales se insertó en el diario La religión de Caracas (enero 26, 1964). Entre sus libros hay que citar Bibliografía de la crítica literaria venezolana (1982), Guía de la historia de Venezuela (1982), Bolívar y la opinión pública (1983), Eróticos, erotómanos y otras especies (1983), Hondas reflexiones para largas esperanzas (1984), El gran majadero (1984), Interrogando al gran ausente (1987), Con el lápiz en la mano (1990), Tomás Polanco y sus libros (1991), Lo masculino y lo femenino entrelazado (1992), Curazao, escala en el primer destierro del Libertador (1992), El ojo que lee (1992), Crónica de los Presidentes de Venezuela (1993), El oficio de ser venezolano (1994), La larga casa del afecto (1994), La obra histórica y literaria de Guillermo Morón (1994) y Los pasos vitales de Andrés Eloy Blanco (1966). Es autor también de numerosos prólogos a obras literarias e históricas y de trabajos aparecidos en diversas obras colectivas. Su obra está registrada en varias antologías y en diversas bibliografías.