Por Carmen Cristina Wolf
Abra las páginas suavemente
como quien ya sabe que los libros
no son para hablar de ellos
y ha aprendido a hacerles el amor
Adalber Salas
La voz poética de Aladar Temeshy está ligada íntimamente a su manera de comprender la existencia y al pensamiento reflexivo. El trasfondo de su escritura es una recia batalla entre la exuberante policromía de la creación y el demoledor paso del tiempo, que todo lo destruye. De sensibilidad contemplativa, tal vez por su profesión de arquitecto y por su dedicación a la docencia, Temeshy conduce al lector, desde la más sublime hermosura de la naturaleza y de las ciudades, hasta el dolor y el desaliento por la pérdida de los afectos y de los lugares más entrañables.
Aladar es un romántico a la manera de Rilke. No se reconcilia con la creencia en Dios y en la inmortalidad del alma, no obstante, medita sobre estos temas con la angustia del que se asoma al abismo. Como si hubiera escuchado la voz del poeta alemán, su poesía transcurre entre luces y sombras, dejándonos caminar, detenernos a nuestro antojo, sin rumbo fijo, a veces por senderos que conducen a un mismo lugar, para que el lector elija quedarse entre el bosque pleno de vida, y no obstante cruzada de laberintos, y la negrura de lo desconocido. Recordemos lo que dice Rilke:
Vivo mi vida en círculos que se abren
sobre las cosas, anchos.
Tal vez no lograré cerrar el último
pero quiero intentarlo.
Aladar escribe en su poema Mediodía:
El sol derrite los rostros errantes
escondidos entre las moradas lavandas
los laberintos se abrieron
el mundo es caliente, vertical
el mediodía se comparte
entre el hombre y su inercia
el sueño devoró ya su sombra
En “El libro de las decepciones” de Aladar Temeshy, editado en el 2008 por Diosa Blanca, el prologuista y editor, Edgar Vidaurre, escribe: “En el corazón de la palabra decepción, convergen tres de los aspectos más reveladores de nuestra humanidad a saber: el dolor, la desesperanza (o más bien, la esperanza herida) y la conciencia del engaño y la verdad”... Ante la decepción, se abren dos sendas: o el hombre sucumbe en la maraña intrascendente su propio existir, o trasciende el sufrimiento a través de la transformación existencial.
Y es el camino que toma Aladar ante tal disyuntiva. Trascender, mediante la escritura, a través de palabras que desgarran las páginas de sus libros, especialmente de este poemario “Al margen de la tarde”, que nos deja con el deseo de leerlo una y otra vez, escrito con la entereza y la precisión del oficiante que se aferra a la poesía como “una forma de existencia, de elevación de la existencia, de la presencia fuerte de la existencia”, como escribió el maestro Alfredo Silva Estrada, amigo personal de Aladar.
Al margen de la tarde está dividido en dos partes: 40 poemas que corresponden al capítulo que lleva el título del libro, y un capítulo de 9 poemas, cuyo título es Cuentas del Tiempo. La exquisita belleza del primer poema del libro, nos lleva al “encanto de un universo ensoñado / en un aljibe virgen / sin fondo y sin rimas”:
Es una tarde larga
del encanto de Schumann
en el policromado otoño
surgido de las blanquinegras
teclas del piano grande
en la tamizada luz dorada
de una eternidad.
LA MUERTE, ESE ALFILER DE ORO TAN CERCA…
Luego aparecen las amargas dudas rebeldes / sobre razones del estar / o del ser y su justa existencia. Es el alfiler de oro en el pecho, que hiere en las sombras de las letras, al margen de la vida del autor. La muerte, es la última dignidad del vencido, es la trascendencia y la liberación del ser prisionero de esta vida mortal.
No obstante, el gozo de existir y la espera de instantes felices no deja de rondar los versos de este amado libro, como cuando escribe: “Sentado en la silla ajada / ajada / del pasillo / frente a la panadería / en la mesa / mi silente café / y espero / un no sé qué.”
Su poema En el pasillo, rememora a Rimbaud, el poeta que una vez escribió:
Y así ascender despacio
en un inmenso amor
de la prisión terrestre
a la belleza del día.
Y Aladar se pregunta a quién espera, respondiendo, con el saber del poeta que conoce las figuras literarias, como las dislocadas oposiciones del oximoron: “Yo, no vendré / compraré un pan canilla / ... me iré a esperar / afuera de antes / ya fuera de después.” Imagina cómo su espíritu, o su recuerdo, vendrá de nuevo a los lugares de siempre, a sentarse, a esperar. No deja de sorprender el descreído poeta, cuando escribe: “el pan o es todo / fe, devoción, plegaria, es hablar con Dios / ... canto del trigo / pan caliente.” Sólo un poeta de la talla de Aladar puede escribir, cuando pregunta quién vendrá, que no será él, pero que sí, que vendrá, de alguna manera imaginada, a la cafetería de siempre, a sentarse, a sentarse cerca de las figuras enmudecidas por la noche del tiempo, “ya fuera de después”.
El final de este libro nos brinda la clave del enigma. Cuál es la razón, el propósito, la pasión que se encierra en la escritura de Aladar Temeshy. El lo proclama suavemente, sin estridencias:
Escribo
Para sentir el verbo
Para palpar la soledad
Para entender a Dios
Para comprender quién soy
Para aprender la muerte
Carmen Cristina Wolf
Caracas, julio de 2011
*Texto leído el 27 de julio de 2011, en la Librería Alejandría I, Las Mercedes, Caracas. Presentación de El libro de las decepciones, organizado por el Círculo de Escritores de Venezuela.
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